Ráfagas de poesía cruzan el umbral,
destellos de bellas palabras lo iluminan,
silencios ominosos hacen de frontera,
entre rachas a borbotones imprevistos,
que surgen como rayos en la noche.
Nadie remata los ratos muertos,
solo las entradas y salidas,
los holas y adioses repetidos,
apagan el silencio un instante.
Ese silencio tan inconfundible,
pronto vuelve a dominar,
la extensión completa de esta plaza,
en las gradas se percibe al personal,
entre una espesa bruma de afonía.
que nadie se queje, es normal.
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